Desconozco el motivo por el cual guardamos algunos recuerdos mientras otros desaparecen para siempre. Por lo menos es esa la sensación que tengo, pero la verdad es que los recuerdos siempre están guardados en algún lugar de la mente, basta saber encontrarlos y sacarlos a luz.
Cuando Ulises llegó a la universidad, creo que era 1977, no sabía usar el megáfono. En poco tiempo era el dueño de los pasillos de la UNAN. Los estudiantes nunca más fueron los mismos. Ulises era así, agitado, firme, con una energía concentrada que iba se disipando poco a poco, contaminando todo lo que se encontraba alrededor. Cuando fue electo presidente del Básico llegó a su casa adonde su mama lo esperaba preocupada. Él la contentó diciendo “pero ganamos”.
En medio de los pasillos 5 y 6 del Recinto universitario, todavía veo al chino sentado con su eterna camisa negra, leyendo algún libro o con la mirada perdida en los detalles de la falda de alguna estudiante.
Una imagen que se me quedó, bailando en mi mente y así permaneció por mucho tiempo, fue cuando llegaron dos muchachas sonriendo, felices, eran la Dora y la Mayra. Yo estaba en una mesa dando informaciones de matrículas a los alumnos del básico. Era una actividad puramente gremial. Las dos llegaron e iluminaron aquella tarde.
Veo aún a Hulasko con el pelo alborotado, y su cotona bordada, contando los días de la huelga de hambre de Tomás Borge.
En el colegio leí el Estado y la revolución. Era 1975 y yo estaba en un círculo de estudio. Ese mismo año, creo que fue en julio, llegué a la UNAN y conocí Chico. Estaba en el CUUN. Fui a traer unos paquetes de papeletas para distribuirlas en los colegios. Después nos hicimos amigos y fue mi responsable. A veces nos escapábamos e íbamos a jugar billar. Un día fuimos a un billar cerca de la Salvadorita. Tomamos una cerveza. No habíamos comido nada, y como ninguno de los dos sabía jugar billar, nos corrieron.
W.M
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