segunda-feira, 21 de setembro de 2009



A Chico lo consideré un hermano mayor. A los 28 años lo miraba viejo. Imaginen, sólo tenía 28 años. Si miramos para atrás, no podemos explicarnos como tanta madurez pueda existir  en alguien que tenía apenas  28 años. Aprendí mucho con él. Desde la simple, pero necesaria sincronía de los contactos hasta  la manía de leer. Una vez él me dijo, hay que leer por lo menos media hora todos los días, y sin darte cuenta tendrás la linda manía de leer. Y es verdad, hoy no puedo dormir si no leo, aunque sea la receta de un remedio. Con Chico recorrí toda Managua. Éramos puntuales. Ni él ni yo esperaríamos más de 10 minutos en un mismo lugar.  Están vivos en mi memoria los lugares de los contactos. Como estoy lejos, los repaso en mi mente, sabiendo que tal vez no existan más. Una pequeña pulpería en Ciudad Jardín o en Monseñor Lezcano; el puente del Edén o en el cine Rex eran algunos de esos lugares. La última vez que fui para Nicaragua el cine Rex era una iglesia evangélica. Estábamos cerca del cine Rex cuando hubo el ataque la sección de la policía que existía cerca del cementerio oriental. Nosotros no sabíamos nada. Esa noche dormí en la casa del cuñado de la Chepita. Una vez, cerca de Ciudad Jardín, después de una reunión, nos separamos, él iba para su lado y yo por otro. Pero cuando yo iba a cruzar la calle de la clínica Santa María, venia un Becats. Chico no se importó con su propia seguridad, y se quedó esperando si me pasaba alguna cosa. Por eso digo que era para mí un hermano mayor.
Otra vez, estábamos  en el CUUN Chico, Danilo Mendoza y yo. Yo había llegado recientemente  al CUUN. Todavía no nos conocíamos mucho. Chico muy feliz le enseñó a Danilo una foto que sacó de la cartera. El rostro de felicidad de Chico contrastaba con la incredulidad de Danilo. Después no tuve ninguna duda. Esa foto era de la Eva María.

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