quarta-feira, 6 de janeiro de 2010

Los bate-mierdas


Después del triunfo de la revolución, el chino y yo éramos trotskos. Andábamos enloquecidos con la revolución mundial, vendíamos  inútilmente “El proletario”, un periódico hecho artesanalmente y que denunciaba la invasión inglesa en la islas Malvinas como la soviética en Afganistán.  Pero también teníamos que sobrevivir, teníamos que comer y forjábamos ideas espectaculares y fantásticas, así como la utópica República Socialista Centroamericana que soñábamos.  Pensamos en ser taxistas, pero no sabíamos manejar; obreros de la construcción y nunca habíamos agarrado una pala. Hicimos hasta exámenes psicológicos en la universidad para no me acuerdo que empleo: fuimos aplazados!. Y así la vida seguía.  Un primero de mayo fuimos expulsados a  golpes de la plaza de la revolución porque distribuíamos un comunicado exigiendo la abolición del código del trabajo que era aún somocista. Solo nosotros para hacer una locura de esas. Y seguíamos buscando trabajo.  Un día fuimos al Ministerio de Salud, donde trabajaba un conocido y para alegría nuestra nos ofreció un trabajo. “No sé si ustedes van a querer, dijo él riendo, pero solo hay trabajo de bate-mierda”. Nosotros no dudamos ni un segundo y aceptamos. Nuestro amigo nos dijo que llegáramos al día siguiente.  Bien tempranito estábamos en la puerta de la oficina, pero no vimos a nuestro salvador. Un funcionario se acercó y hablando bajito, nos dijo que a nuestro amigo, se lo habían llevado preso porque era del Partido Comunista. Y así se acabaron nuestros sueños de tener un empleo digno.

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